En el crecimiento y desarrollo natural de una banda, unos de los elementos primarios son la búsqueda, definición y conformación del sonido de ella. Para dicha tarea, los músicos experimentan con sus instrumentos y poco a poco añaden artefactos que les permiten pulir y optimizar sus cualidades.
El problema de este proceso artístico es el mismo al cual se enfrenta toda la escena: cuesta, y muy caro. Los pedales de efectos, cables, parches y amplificadores no son baratos; menos en estos días, cuando el valor del peso ha decaído tanto frente al dolar.
“A tu banda tienes que invertirle” es otra de las declaratorias famosas entre la comunidad musical. Sin embargo, se discute muy poco en qué es necesario y prioritario invertir, y de qué manera es mejor hacerlo.
Como proyecto musical puedes destinar recursos a instrumentos, accesorios, backline, publicidad, gira de medios, management, etcétera. ¿Te has preguntado cuáles en verdad necesitas de manera indispensable? Samantha ya ha escrito antes sobre los servicios de representación; hoy quiero centrarme y cuestionar uno de los aparentes obligados: el backline.
Yo no recomiendo en lo absoluto comprar backline. Me parece una inversión nada acertada y muy poco inteligente. Me explico a continuación:
Una inversión es un recurso aportado en espera de algo de más valor. En este caso, das dinero a cambio de equipo que esperas pueda hacerte sonar mejor, pues un sonido contundente tiene mayor valor que el capital aportado, ¿cierto?
¡Cuidado! En una inversión no hay garantías. De haberlas, serían entonces una venta o un préstamo, o un empeño. En este sentido, comprar ese sofisticado amplificador, no te asegura desarrollar un sonido como el imaginado, ya que una vez adquirido el equipo, tienes que experimentar con él. ¿Y si al final no te convence del todo?, ¿lo devuelves?, ¿lo vendes… al mismo precio?
Tener es caro. El equipo usa MUCHO espacio y poco a poco se desgasta: requiere mantenimiento, limpieza, optimización, reguladores de corriente; los parches se debilitan, la madera se maltrata, los atriles se doblan. Y al final, ¿quién tiene que pagar por todo esto? El dueño del equipo: tú.
A futuro es probable que desees adquirir tus propio equipo porque con ese es el que te gusta sonar, aunque es más un capricho que una necesidad, ya que eso se lo puedes pedir al promotor. Pero en esta etapa de desarrollo es un gasto innecesario y diferible. ¿En qué es mejor concentrar tus inversiones? ¡En lo personal!
Guitarristas, tecladistas y bajistas: buenas gama de sus instrumentos, efectos, pedales, pedalboards. Baterista: platillos, pedal de bombo, baquetas. Vocalista: ¡un buen micrófono!; renuncia a esa idea de que el micrófono te lo tiene que poner el organizador: debes experimentar con distintos modelos para hallar aquel que permita lucir tu voz y adquirirlo. Todos: ¡vestuarios!
Créeme: no cometas el error de comprar ese amplificador de $5,000 o peor aún: ese gabinete de $10,000. Sé realista y asume que para pulir tu sonido necesitas experimentar. Y experimentar también es caro (pregúntale a los laboratoristas), pues su proceso supone echar a perder continuas ocasiones. Y adivina, de nuevo, quién tiene que pagar esos errores.
A pesar de lo expuesto aquí, la necesidad de equipo sonoro es una realidad. Si comprarlo no es una buena decisión, ¿cómo solucionarlo entonces? ¡Con salas de ensayo!
En las salas de ensayo puedes tener acceso a equipo muy profesional sin necesidad de cargar con él y todos los gastos que supone tenerlos. Además, comienzas a acostumbrarte como banda a ensayar en condiciones óptimas y espacios dedicados a ello, donde no tengan que ser molestados, por ejemplo, por cuestiones de volumen.
Yo sé qué piensas: “¿y en esos eventos donde toca poner backline?”. Mi respuesta es una pregunta: si el “organizador” o “promotor” no quiso ni invertir en las condiciones indispensables de lo que se supone está organizando/ promoviendo (un evento en vivo), ¿qué te hace pensar que el evento de verdad le interesa? Y, por lo tanto, ¿qué te hace creer que un evento con esa característica es rentable para tu proyecto?
Sencillo: si el “promotor” no le está metiendo varo, no espera nada de él. ¿Por qué tú sí? Eventos así no merecen tu atención. Además, piénsalo: cada banda va a poner su equipo, el que le “funciona”. ¿Te vas a arriesgar a sonar mal sólo por usar el equipo de alguien más cuyas características desconoces?
Ahora, si quisieras organizar tu propia presentación, es claro que va a faltar algo que no tienes: backline. ¿Cómo solucionarlo? ¡Réntalo! “Es que vamos a tener que ponerlo de nuestra bolsa”, ¡pues claro! En este caso tú eres tu propio promotor; así, tu atención no debe enfocarse en eso, sino en esta pregunta: ¿cómo vas a recuperarlo?
¿A cuánta gente esperas?, ¿cuánto pueden pagar por ir a verte?, ¿cuánto están dispuestos a pagar por verte? Si la respuesta en números no te favorece, regresa a la etapa de promoción: mejor invierte en eso. La gente no va a los eventos a conocer bandas, va a ellos a ver lo que le gusta. No vas a tener público en tus shows si antes no le gustas a esa gente.
Puedes concentrar tus inversiones en aspectos más trascendentales que en el backline. Esa ha sido una de las enseñanzas más grandes que yo he recibido. No tengas, controla: tener es caro; controlar, no tanto.
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